Aquí os dejo un regalo de año nuevo… bueno, también podéis comprar algún libro.
EL CENTINELA
Estaba húmedo, lleno de barro; tenía hambre y frío, y se hallaba a cinco mil años luz de su casa. La estrella del sistema daba una extraña y difusa luz y la gravedad, que era mayor de la que él estaba acostumbrado, hacía difícil cada movimiento. Afortunadamente, el equipo antig permitía moverse con soltura.
Pero en decenas de miles de años, esta parte de la guerra no había cambiado. Los pilotos de las naves espaciales tenían que ser ágiles con sus diminutas astronaves y sus potentes armas. Cuando las naves nodrizas aterrizaban, sin embargo, era los soldados de infantería quienes debían conquistar cada trozo del terreno que pisaban con una sangría que se llevaba por delante a m uchos buenos guerreros.
Era lo que le tocaba a él hacer: pegarse al terreno de este nauseabundo planeta de una estrella que casi nadie había oído hablar. Y, ahora, tenían que limpiar el terreno y hacerlo sagrado: los extraños también estaban allí. La única raza inteligente que se habían encontrado en la Galaxia: crueles, abominables y repulsivos.
Se había tomado contacto con ellos cerca del centro de la Galaxia, después de la colonización lenta y dificultosa de unos quinientos planetas. Fue guerra a primera vista: habían disparado sin siquiera intentar iniciar negociaciones o firmar una paz.
Ahora se luchaba en cada planeta, en cada satélite, en cada asteroide, en una guerra amarga, sangrienta, en la que muchos hermanos caían bajo el fuego enemigo. Se sentía mojado, el polvo se le metía por cada rendija, tenía frío y aún no habían llegados las provisiones: el día estaba espeso, con un viento que dolía en los ojos. Había que estar vigilante ya que los enemigos no cejaban en su empeño de infiltrarse y cada centinela era fundamental para evitarlo.
Estaba alerta y con el fusil preparado: a cinco mil años luz de su planeta, luchando en un mundo extraño y dudando si viviría para volver a ver el suyo. Aún le quedaban treinta ciclos antes de que le dieran el relevo.
Y, de improviso vio moverse una sombra, era un gusano extranjero que se arrastraba hacia él. Encaró el fusil y disparó. El enemigo gritó de esa forma extraña en que lo hacían y después quedó inmóvil sobre la tierra.
A pesar de que llevaba muchos ciclos luchando en este y otros planetas, siempre le entraba un temblor al ver otro ser tumbado a sus pies. Quizás a otros hermanos no les ocurra, pero a él siempre le pasaba durante un instante. ¡Eran unas criaturas tan enclenques y repulsivas, con solo dos brazos y dos piernas, y una piel horriblemente clara y sin escamas ni placas…!