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Nuevo Compendio Galáctico

Hola a todos. Vengo a comentaros que me estoy embarcando en una aventura literaria con mucha ilusión y, también, con enormes dificultades. El título que precede estas líneas enmarcará el proyecto. Serán novelas cortas y algunos relatos que se narren en primera persona contando lo que ha ocurrido en la galaxia en distintos géneros: batallas espaciales, imperios contra rebelión, bioética de la IA, cyberpunk, terror cósmico.

Intentaré que alguna editorial se interese en el proyecto aunque no rechazo poder autopublicar algunas de ellas. De momento, os dejo el marco explicativo del tomo: Historia Verificada de Aconteceres Galácticos Inusuales.

 

En los anales del saber galáctico, pocos eventos poseían la resonancia de una reunión del Consejo de Censores del Nuevo Compendio Galáctico. Su sede, un monolito de cromacita pulida suspendido en la órbita geosinclónica de Xylos VII, era un testimonio silente de su inquebrantable autoridad sobre la verdad histórica. Hoy, sin embargo, la atmósfera dentro de la Gran Sala de Deliberaciones no era la de la habitual solemnidad: un murmullo de anticipación, apenas perceptible, flotaba entre las esferas de pensamiento que adornaban el techo abovedado.

Bajo la presidencia del Excelso Censor Thomas Custiorien, un ser cuya mente era un crisol de lógica intachable y una memoria casi fotográfica de más de mil años de historia registrada, la sesión había alcanzado un punto crítico. La propuesta sobre la mesa no era una mera adición rutinaria, ni una corrección menor en alguna crónica planetaria olvidada. No, lo que se debatía era un cisma, una divergencia de precedentes que, por su naturaleza inédita, exigía la unánime aprobación de sus doscientos cincuenta miembros, un hecho en sí mismo tan raro como la supernova de una enana blanca.

Custiorien, con la calma imperturbable que solo la experiencia milenaria podía forjar, activó el cristal de resonancia, proyectando la propuesta en un holograma tridimensional en el centro de la sala. Los rostros de los Censores, una amalgama de fisonomías diversas de innumerables mundos, reflejaban una mezcla de asombro y una calculada aceptación. Era una decisión sin parangón en la historia del Compendio.

Por primera vez desde su fundación en la Era de la Expansion Galáctica, se había decidido la apertura de un tomo completamente nuevo. No sería un volumen consecutivo, no seguiría la rigurosa secuencia numérica que había regido la expansión del Compendio durante eones. Este nuevo tomo sería una anomalía, un apéndice singular en la vasta biblioteca de la galaxia. Su lema, proyectado ahora en letras doradas que vibraban con energía plasmática, resonó en el silencio: Historia Verificada de Aconteceres Galácticos Inusuales.

La justificación detrás de esta desviación radical era tan simple como profunda. El Nuevo Compendio Galáctico había sido, hasta ahora, el faro de la verdad objetiva, un registro desapasionado de hechos irrefutables. Pero la realidad, incluso en la inmensidad del espacio, era a menudo matizada por la experiencia subjetiva. Había sucesos, anomalías espaciotemporales, encuentros con formas de vida incomprensibles, o fenómenos cosmológicos que, aunque verificados, desafiaban una clasificación lógica dentro de las categorías preestablecidas.

El objeto de esta decisión sin precedentes era precisamente ese: establecer una colección de hechos y acontecimientos relatados y/o transcritos, no por observadores externos y objetivos, sino por alguno de los intervinientes directos. Voces que, hasta ahora, habían sido filtradas y destiladas para extraer la esencia «objetiva» de sus experiencias, ahora tendrían un espacio propio. No para sesgar la verdad, sino para añadir una capa de perspectiva, una pincelada de la experiencia fenomenológica que a menudo se perdía en la fría precisión del Compendio. Sería un experimento, un riesgo calculado, pero el Consejo, en su sabiduría colectiva, había determinado que la verdad, en su totalidad, a veces requería la complejidad de la percepción individual. El tomo de los «Aconteceres Inusuales» no sería un registro de leyendas o mitos, sino una colección verificada de eventos que, por su naturaleza, se resistían a la categorización convencional, contados por aquellos que los habían vivido. Y así, con el zumbido apenas audible de los sistemas de archivo planetarios, se sentaron las bases para una nueva forma de entender la historia de la galaxia.

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