Vaya por delante que soy un aficionado a la ciencia ficción, en cualquiera de sus estilos: desde la ópera space al hard o dura, el steampunk o el cyberpunk.
Comencé esta afición, allá por los años 60 del pasado siglo, cuando coleccioné la serie de novela de a duro que se decía, de la saga de los Aznar. Eso me llevó a conocer toda una dinámica de nuevos mundos, de especies alienígenas, de naves estelares, de batallas imposibles, de mundos increíbles.
Respeto el estilo de cada autor, cada uno es libre de mostrar sus preferencias, pasión por sus personajes, especular con teorías, diseñar mundos, relaciones interpersonales de una especie con otra, de pensar en planetas extraños, pero en cualquier caso lo que sí creo que es exigible es que haya un mínimo de rigor en lo que se describe.
Vayamos algunos ejemplos.
Recientemente estoy leyendo algunos libros de autores españoles, preciso lo de españoles porque algunos de los ejemplos tienen que ver con ellos. Hay una sobredimensión de las cifras. Tú no puedes plantear una batalla estelar en la que intervienen muchas naves y y decir que en la nave X han fallecido dos billones de seres. Al decir billones un autor español no está diciendo billón en el sentido estadounidense sino en el billón español. Yo desde luego no puedo imaginar una nave en el que quepa dos billones de seres, a no ser que fueran bacterias (perdonadme la ironía). Es una incongruencia de tal calibre que personalmente, no digo que estéis de acuerdo con lo que estoy escribiendo, me echa para atrás.
O por ejemplo, hablar de una nave de ¡trescientos kilómetros! de proa a popa. Con unos sencillos cálculos (sobre la base de unos cincuenta kilómetros de anchura), estaría en 11 770 000 000 000 toneladas métricas. Pero se dice que ¡¡aterriza!! En fin.
Y continúo.
Si planteas en tu elaborado universo, en el que hay múltiples especies que habitan en distinto y variados sistemas solares, y dices que el universo se va a acabar -tesis pausible-, creo que hay que hacer un ejercicio de simular lo mejor posible ese fin del universo adaptándose a los conocimientos de la física que tenemos. Se puede especular, sí. Pero pidamos un poquito de rigor. No se puede decir que las galaxias se caen: ¿sobre que se caen? En el espacio no hay arriba ni abajo, ese término está absolutamente mal utilizado, ¿sobre sí mismas? Una galaxia no es una estrella, no desaparece en un abrir y cerrar de ojos. Una estrella puede morir explotando cuando llega a su fase de gigante roja, pero se exige un tiempo para que ocurra. Una supernova libera unos 10^42 J; la energía que liberaría el Sol en 300 000 años. Y ya sabemos que del colapso de una estrella masiva puede emerger un agujero negro.
Remanente de supernova
También se puede especular con que existe varios universos, que están en contacto. Pero si quieres pasar de uno a otro, se tiene que establecer una forma de que se traspase esos límites. Se puede especular con viajar a través de un agujero negro o de un agujero de gusano, cierto. Pero hay que buscar, aunque sea una hipótesis, aunque sea especular, una forma de que las leyes físicas, insisto en ello, puedan hacer posible que se comuniquen los dos universos. Y hoy por hoy, en el interior de un agujero negro no se cumple las leyes físicas que conocemos. Inténtalo, pero no entres en el falso dilema de deus et machina: es un recurso que un escritor que se precie no debe de utilizar.
Y un ruego a los jurados de los premios: sean ustedes un poco más rigurosos.